Llegó la hora de la verdad. En el puerto de Alicante son sale al encuentro, Juan Mari, meteorólogo jubilado que ha participado en siete campañas antárticas. Por cierto, es muy amigo de Adolfo, estuvieron juntos en las primeras campañas españolas del montaje de la Base Juan Carlos I.
Nada más verlo reconozco en él a otro aventurero científico… No sé, es algo especial que no sabría describir, pero que se siente. Nos acompaña hasta su barquito y embarcamos… Mis nervios a flor de piel.
A la salida del puerto vemos el navío Santísima Trinidad, una réplica de un galeón del siglo XVIII. ¡Impresionante! Una vez que hemos salido del puerto, me dejan coger el timón. Es de caña en lugar de rueda, así que perfecto para aprender. Asimilo rápido que es muy sensible a cualquier movimiento y a la vez lento en la respuesta. Voy observando a los expertos y aprendiendo todo lo que puedo.
Titulo el artículo con “Viento a un largo”. Esta es una expresión que se utiliza en el ámbito marino para desear una buena navegación. ¿Por qué se dice eso? En un barco de vela, según el ángulo de navegación con respecto al viento, se navega en un rumbo determinado que tiene una denominación concreta. Navegar a un largo, se refiere cuando vamos abiertos a unos 120º al viento, entonces las velas van muy abiertas y se alcanza una gran velocidad.
Experimenté también navegar de ceñida, que es cuando el viento entra abierto solamente unos 40º de la proa. En este caso se trata del rumbo más cerrado posible y es el que provoca mayor escora en la embarcación. ¡¡¡Me encantó!!! Creo que es el rumbo que más me ha gustado… ¡ahí al límite!, ¡espectacular!
Aprendí y comprendí de verdad cómo se efectúan las viradas por avante y en redondo. Me aclaré con las diferentes denominaciones para la jarcia, según sea la firme o la de labor, con los diferentes tipos de vela y sus partes, con la arboladura…
Durante los días de navegación supe que Juan Mari también soñó despierto con las lecturas de Julio Verne. En concreto recuerda “La esfinge de los hielos” que leyó a los nueve años y le marcó por completo. Según lo iba escuchando, recordaba cuando hablaba sobre Julio Verne a mis muchachos expedicionarios de Salamanca, durante la pasada expedición a Islandia.
Me había llevado conmigo mi maletín de la Escuela Náutica Avante, para continuar leyendo algo durante los días de navegación… Pero al final, opté por la más sabia opción: aprovechar a tope la navegación a vela real y dejar el estudio teórico para cuando no tenga barquito.
Por cierto, Alfonso, el director de Avante, participó en 1983 en la expedición antártica a bordo de la goleta de 3 mástiles “Idus de Marzo”. ¡¡Quien pudiera…!! Sobre esa historia recogí algo en mi diario de expedición de la Antártida durante el verano austral del 2004-/05. Alfonso fue además Socio Fundador de la Asociación España en la Antártida…, bueno de todo ello me ha hablado Chema, quien lleva tiempo recopilando información e investigando sobre la historia de España en la Antártida. Creo que debería escribir un libro sobre todo ello, para que no se pierda nada con el paso de los años.
Terminados los días de navegación regreso a Salamanca, con el gusanillo de la vela y el mar minándome por dentro… ¡Me ha encantado! He quedado realmente fascinada por la navegación a vela. ¿Cuándo podré volver a navegar?
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